lunes, 30 de noviembre de 2009

dos poemas de aaron malakian










IMPROVISACIÓN # 1: ROSTRIDAD



La concreción: pulgar del rostro al oprimirse contra el ojo papel. Que hubiera tinta en la pupila era una forma de lujuria, paladear la rendición del cristalino con el rostro bien cerrado, la mandíbula apretada para no paladear, ceder nunca a la miseria del lenguaje. Así hundías la cabeza en agua muda, cuando niña, pero entonces tu rostro estaba lejos de dar huella, y la pasión del líquido era débil al deshacer tu pelo. Había un largo camino hacia ceder el rostro a la retina, un sendero de erosiones, capilares, rigidez, saliva y noche, la lenta furia del mentón, el hueso de la frente que se obstina en avanzar, la caries prolongada a la raíz del alba en el insomnio. La resistencia de la encía.


Ahora tienes rostro y laberinto, para envejecer en él, para dar huella, para que lo registren en papel o plástico o retina, para no ser un exilio permanente. Para que no te escape. Dame tu parte de mandíbula que aún puede matar a un animal. El resto es jaula.














IMPROVISACIÓN # 8: SINTHOME

a Jacques Lacan


La malla es sólo un síntoma. Puedes tocar lo que hay debajo – pero nunca nombrar, dices la malla, sus aristas, tranquilidad de púas en palabras dactilares, edema de alambre – pero así fallan tus labios al besar el muro, pronuncian la caída, no el encuentro – se dejan pronunciar por un vacío que consiste.









(traducciones: Michelle Huppert)


jueves, 26 de noviembre de 2009

haz tu propia película de... david cronenberg








(por Spaulding)





1) Piense en todo tipo de enfermedades degenerativas y, a ser posible, que impliquen una degradación tanto psíquica como física en el infortunado individuo que la padezca. Personalmente, me inclinaría por un delicioso combinado entre la lepra y la esquizofrenia.


2) Para darle más realeza al asunto, inocule unas cuantas bacterias portadoras del organismo Mycobacterium leprae al que haya elegido como protagonista de su film. Las citadas bacterias puede conseguirlas a buen precio en el mercado negro, en su farmacia habitual o hurgando en las tapas del esmerado Bar Manolo, Cocina Familiar. La última opción es la más efectiva y económica.

3) Su protagonista ha de ser un tipo alto, desgarbado y con pinta enfermiza. Sin ir más lejos y buscando en nuestro país, me inclinaría por una especie de Oscar Ladoire. Una vez dispuesto, llénelo de llagas, protuberancias y heridas abiertas.






(Oscar Ladoire)





4) Es indispensable que, en una de las escenas clave de la película, un fermoso y rollizo gusano asome lentamente por una de las heridas. Se trata del momento ideal para que la novia de Ladoire le dé un lascivo lametón al asqueroso gusarapo. Con ello, causará un efecto fenomenal a la platea.


5) Su Oscar Ladoire particular ha de ser un personaje misterioso y gris; un funcionario empleado en los funestos y polvorientos sótanos de una oficina de Correos. Tras ver Ben-Hur en un cine de mala muerte -al tiempo que una puta vieja y desagradable le practica una manola-, quedará prendado de las familiares leprosas de Charlton Heston. Es tal su obsesión por esas dos mujeres que adquirirá irrefrenables deseos de contraer tan bíblica dolencia. Para ello, acude a la leprosería más cercana y le hace el amor, de manera altamente apasionada, a una paciente del centro médico.



6) La paciente ha de ser una mujer bella y sensual, pero purulenta y llagada. Él ha de meterle la lengua por todos los orificios de su cuerpo, hasta que descubra que la leprosa, aparte de las heridas causadas por su enfermedad, está dotada de un rabo rosado en forma de caracolillo al final de su coxis. Ello le causará tal trauma psicológico que, al empezar a notar los primeros síntomas del contagio, iniciará una sanguinaria e imparable carrera como serial-killer, acabando con la vida de todos los tocinos de su comarca.



(fotograma de Crash)

7) La fotografía de la película ha de ser muy oscura, exageradamente tenebrosa. La ambientación intemporal, para que el espectador nunca sepa si se trata de un film futurista o del pasado. Es indispensable que la mayor parte de sus pasajes sean tratados de manera onírica. La mezcla entre realidad y sueño nunca falla: le dará prestancia a su producto.


8) Nunca han de quedar claras las intenciones por las que Ladoire mata a tantos puercos. Todo ha de ser confuso, aunque con sus actos (y siempre pensando en el espectador más curtido e inteligente) ha de apuntar sibilinamente hacia cierta crítica de la sociedad actual. El abuso del precio del jamón tras la instauración del euro, la similitud entre las pocilgas y los consejos de ministros o el malestar de los payeses por sus condiciones de trabajo, han de convertirse en segundas lecturas escondidas tras los crímenes cometidos por tan pusilánime leproso.




(fotograma de La mosca)




9) No se olvide jamás de colocar alguna que otra referencia a una posible rebelión de las máquinas (la aparición de una lavadora con voz propia o de un secador de pelo fabricado con piel de gallina, son dos buenas y alegóricas imágenes sobre el tema).




10) De vez en cuando, sin abusar demasiado, haga que algunas de las protuberancias e hinchazones de Ladoire vayan explotando. Un manchón de pus sobre un espejo siempre resulta de un efectismo tremendo. Y más si el impacto de la secreción va acompañado de un contundente efecto sonoro; algo así como un flashpruffffshi compuesto con la ayuda de un teclado electrónico. Con esa supuración expulsada a mucha velocidad contra el cristal, conseguirá una ingeniosa alegoría en la que el ser humano como individuo, único e intransferible (el pus), se vea reflejado (el espejo) como una partícula más de la ponzoñosa sociedad en la que se ve inmerso.








11) El final ha de ser inconcreto. Muy inconcreto. Le propongo una plano picado y alejándose hacia atrás en el que Ladoire, hecho trizas y con todos sus pellejos levantados, esté follando de nuevo con la leprosa. El marco escenográfico ha de ser el interior de una pocilga, mientras varios cerdos observan como copula la pareja. Ella, la leprosa, ya estará sanada: ni una sola llaga en su cuerpo. Y la cola de cerdo que la caracterizaba habrá desaparecido por completo.



Con estos ingredientes habrá logrado una película de culto, de esas que aguantan años y años en sesiones golfas de fines de semana. Centenares de internautas dedicarán páginas exclusivas a su título. Y tras unos diez o doce productos más con constantes similares, podrá filmar una obra maestra en la que no habrá ni una sola purulencia.

viernes, 20 de noviembre de 2009

adolescencia/abismo: "agujero negro" de charles burns





Si me lo preguntaran, no podría decir cuál es mi novela o disco o o película o libro de poemas favorito sin arrepentirme minutos después. Pero sí respondería sin dudar cuál es el cómic que más me ha impactado y conmovido, y al que siempre deseo volver: Agujero negro de Charles Burns.

Cuando lo leí aún no había salido una edición en tomo de esta serie de 12 números, por lo que la fui consiguiendo ejemplar tras ejemplar, al principio a ritmo de uno por semana -como premio de uno de mis frustrados intentos de dejar de fumar-, luego pillándome los últimos números del tirón, leyéndolos hambriento de expectación y con el cigarrillo temblando en la mano. Recuerdo el deleite de leer varias veces cada capítulo, en la espera de conseguir el siguiente.

Escribí este artículo/reseña para la página web de Ediciones Parnaso. Con ella os invito a leer esta extraña y sobrecogedora obra maestra del noveno arte, o a charlar sobre ella si es que ya habéis tenido la suerte de sumergiros en sus páginas.

***


La Cúpula ha reeditado en formato comic-book el trabajo más ambicioso del guionista y dibujante Charles Burns. Se trata sin duda de una buena noticia, aunque la edición haya extirpado algunos detalles -a nuestro juicio, fundamentales- del original, como las inquietantes “fotos de anuario” que encabezaban cada número.

Ambientado en la América de los años 70, Agujero negro gira en torno a una nunca descrita enfermedad de transmisión sexual (‘el bacilo’) que sólo se contagia en la adolescencia, provocando imprevisibles mutaciones corporales. Mediante esta licencia narrativa de corte fantástico, Burns realiza una disección de esta etapa vital en todas sus facetas, tanto sociales como psicofísicas: la inseguridad, la repulsión ante el propio cuerpo, la obligación de ser ‘normal’, el miedo al rechazo, las primeras experiencias eróticas...

El drama de los protagonistas, cuyas vidas sufren un fuerte giro a causa de la extraña epidemia, oculta entre bastidores otro mucho más sórdido: el de aquellos estudiantes que ya eran apestados y freaks antes de contraer la enfermedad. Una paradoja apenas visible en un principio, pero que determinará el impredecible final de la historia.

Para desarrollar este argumento, Agujero negro absorbe los rasgos de múltiples subgéneros: el cómic de terror, el folletín, el thriller, la comedia de adolescentes, la road movie... Es una de las estrategias de Burns para atrapar al lector, que comprueba con estupor cómo las situaciones estereotipadas –la pérdida de la virginidad, la experimentación con drogas, el bosque como espacio del misterio, el viaje hacia ninguna parte- son metódicamente subvertidas, de modo que se reactiva todo su potencial dramático y simbólico, haciendo surgir de lo cotidiano lo siniestro y de lo previsible lo asombroso.

La técnica narrativa de esta obra es heredera de novelas gráficas como Watchmen (la ausencia de narrador externo, la ambigüedad moral de los personajes...), pero en el manejo de la temporalización Agujero negro alcanza una complejidad y una inteligencia expresiva sin límites. Al componerse de contínuos flashbacks, prospecciones, imágenes oníricas y secuencias que se repiten desde distintos puntos de vista (técnicas que juegan a confundir al lector, pero en última instancia no dificultan la comprensión), el relato se interioriza de manera que no conocemos los hechos ‘en sí’, sino su reformulación subjetiva por parte de los protagonistas, que nos introducen en su confusa visión del mundo. Así, la narración penetra en el terreno de lo inconsciente y lo obsesivo, de forma que cobran sentido los símbolos y analogías sexuales –heridas que simulan vaginas, renacuajos semejantes a espermatozoides- que proliferan a lo largo de estas páginas, con una variedad que oscila desde lo más explícito hacia lo más sutil.



Por otra parte, la maestría de Burns también queda patente en la perfecta planificación de las escenas más relevantes de cada episodio: el suspense, la composición meticulosa de cada plano, el uso de simetrías y paralelismos entre las viñetas, consiguen que los momentos clave (como la primera noche de sexo de Chris y Rob, o el encuentro de Keith con la ‘chica lagarto’ en la cocina, por citar sólo un par de ellos) adquieran el peso de lo inolvidable.

El apartado gráfico se ciñe con precisión a las necesidades de un relato semejante. Se trata de un dibujo de perfiles macizos, que debe su originalidad a un rotundo entintado (blanco y negro puro, sin grises). La plasmación de las deformaciones y extrañezas del cuerpo bajo la acción del ‘bacilo’ resulta siempre turbadora, mientras que la escasa expresividad de los rostros –quizá el punto débil de Burns como dibujante- se suple con la transcripción de las voces y pensamientos de los personajes, de un escalofriante realismo psicológico.

Ningún detalle parece haberse dejado al azar: no olvidemos que estamos ante el resultado de nada menos que diez años de intenso trabajo por parte de su autor. Pero la obra que nos ocupa es algo más que una cima del cómic independiente. No sería fácil hallar en la historia del cine o incluso de la literatura un análisis tan complejo, riguroso y fascinante acerca de la adolescencia y sus implicaciones. Cuando lo leemos Agujero negro nos devuelve la mirada, y arroja luz sobre aspectos de nuestra existencia que hasta entonces preferíamos mantener -por miedo o por hipocresía- entre las sombras.

lunes, 16 de noviembre de 2009

carpe diem

(imagen: Ed Van Der Elsken)



<<Ahí está el mismo hotel, y podemos ir ahora, podemos ir, si quieres. Por las puertas de aquella habitación, en la que entramos dando tumbos. Eran sólo unas horas, que se hicieron tan cortas. No teníamos tiempo para llorar, o para sentarnos y preguntar por qué. Teníamos demasiadas cosas a medio decir, teníamos que terminarlas. Probamos con el cine, después de media hora nos fuimos a buscar un sitio más… ya sabes. Probamos con un bar, aquello se puso muy caliente, y cuando el camino en taxi nos pareció demasiado largo, fuimos a follar al servicio. No podemos permitirnos tiempo para sentarnos y llorar, ni preguntar por qué. Hay demasiadas cosas a medio decir, tenemos que terminarlas. No tenemos tiempo para contar mentiras, ni para intentarlo siquiera. Sólo hay días de por medio, sólo hay mañana. Por las puertas de aquella habitación, en la que entramos dando tumbos. En esas almohadas, las plumas que sostienen todos nuestros sueños. Están abiertas por las costuras, ahora que parecen flotar sobre la brisa. Podría haber envuelto mi cabeza en esa almohada, en la cama, boca abajo. Podría haberme ahogado en eso que llaman sueños. No podemos permitirnos tiempo para sentarnos y llorar, ni preguntar por qué. Sólo hay días de por medio, sólo hay mañana. >>



There's the same hotel, and we can go there now
We can go there now if you want to
Through the doors of that rented room
Yeah, we stumbled through
It was only hours
It seemd such a short while
We had no time to cry
Or sit and wonder why
We had so many things started to say
We had to get through
We tried the cinema
Within half an hour
We had to go find someplace else
More. . . you know
We tried a drinking bar
It gets so very hot
And when the cab ride ahead seems too long
We go fuck in the bathroom

We can't afford the time to sit and cry
Or to wonder why
We've got so many things started to say
We had to get through

Through the doors of that rented room
Yeah, we stumbled through
We had so many things started to say
We had to get through
We can't afford the time to sit and cry
Or to wonder why
We've got so many things started to say
We had to get through
We haven't got the time for telling lies
Or to even try
There's only days in between
There's just tomorrow

Through the doors of that rented room
Yeah, we stumbled through
It was only hours it seemed such a short while
In those pillows all the feathers that hold all our dreams
They split at the seams
Now they just seem to float on the breeze
I could have wrapped that pillow around my head
Face down on the bed
I could have drowned in those so-called dreams
We can't afford the time to sit and cry
Or to wonder why
There's only days in between
There's just tomorrow



(Tindersticks, "Rented Rooms", del álbum Curtains -1997-; trad.: R.M.)




lunes, 9 de noviembre de 2009

experimento de milgram




En julio de 1961, unos meses después de la condena a muerte de Adolf Eichmann por crímenes contra la humanidad durante el régimen nazi, el psicólogo Stanley Milgram comenzó una serie de experimentos que hoy serían tachados de inmorales por la comunidad científica, pero que arrojan luz sobre ciertos aspectos del comportamiento humano.


A través de un anuncio en la prensa local, Milgram ofreció una paga de 4 dólares (aproximadamente 28 dólares actuales), más gastos de viaje, a 500 varones que cumplieran el único requisito de tener una edad comprendida entre 20 y 50 años, para participar en un experimento sobre “la memoria y el aprendizaje”. El grupo de voluntarios también era heterogéneo en cuanto a formación y estatus social: desde jóvenes que no habían superado la escuela primaria hasta personas con estudios universitarios superiores.



Tras un reparto de papeles –amañado para que todos los voluntarios tuvieran el mismo rol: el de maestro– el experimentador, un hombre serio y distante vestido con una bata blanca, científico de la Universidad de Yale, explica a cada uno de los participantes su función. Hará una serie de preguntas de carácter memorístico a otro voluntario que se encuentra en otra habitación, tras una pared de vidrio, atado a una silla “para impedir un movimiento excesivo” y con una serie de electrodos en su cuerpo. Pulsando unos interruptores, el “maestro” deberá aplicar descargas eléctricas al “alumno” cada vez que falle una pregunta.




El experimento comienza dando al "maestro" una descarga real de 45 voltios con el fin de que fuera consciente del nivel de dolor que recibirá su "alumno" al ser castigado.


El participante deberá aumentar el voltaje y aplicar una descarga cada vez que el hombre de la habitación falle una respuesta. La fuerza de las descargas aumentaría desde 15 a 450 voltios, voltaje éste último sobradamente capaz de matar a una persona adulta y sana. El experimento comienza y el “alumno” da con frecuencia respuestas erróneas.


30 voltios. El sujeto escucha un quejido, imaginémoslo semejante al de quien recibe un fuerte pellizco en la cara interna del brazo.



120 voltios. El “alumno” grita y comienza a quejarse de que las descargas son muy dolorosas.


150 voltios. El voluntario escucha cómo el hombre aúlla de dolor, exclama que no puede soportarlo y que quiere parar el experimento.


(A partir de este momento, el sujeto que aplica las descargas se pone nervioso, le dice al experimentador que no quiere continuar, trata de cuestionar el sentido del experimento. El hombre de la bata blanca responde impasiblemente “Continúe, por favor” o “El experimento requiere que usted continúe”.)





200 voltios. El hombre golpea la pared de vidrio, grita que está enfermo del corazón, que tienen que dejarle ir.


(El voluntario presenta síntomas de ansiedad: sudoración, temblores. Se levanta de su puesto. De nuevo le dice al hombre de la bata blanca que renuncia, que no va a continuar. Que devolverá el dinero. Éste le responde “Es absolutamente esencial que usted continúe” o, con un tono más tajante, “Usted no tiene opción alguna. Debe continuar”.)


270 voltios. El sujeto escucha un terrible grito de agonía.


330 voltios. No se escucha nada, ni tras las preguntas, ni tras las descargas.


El experimento concluye cuando se emiten tres descargas de 450 voltios o el voluntario se niega a continuar después de la cuarta frase autoritaria del experimentador. En ese momento se le informa al sujeto de que el “alumno” es en realidad un actor, y que el objeto de la investigación no es la memoria y el aprendizaje, sino la obediencia a la autoridad.



El doctor Milgram pidió a cuarenta expertos que predijeran los resultados del experimento. Estimaron unánimemente que la mayoría de los participantes no pasaría de 130 voltios y que sólo uno entre mil –el sádico– llegaría hasta el final. Pero la realidad fue muy distinta.


El 65% de los sujetos llegó a aplicar descargas de 450 voltios. De los que superaron el umbral mortífero de los 300 voltios, ninguno se detuvo hasta el final. El experimento se repitió en años sucesivos con diferentes variaciones –con sujetos femeninos, en otros continentes…–, ofreciendo resultados iguales o superiores en el nivel de obediencia.


Se le preguntó a Stanley Milgram cuántos de los participantes que rechazaron continuar acudieron a ayudar al hombre al que supuestamente estaban torturando, sin antes pedir permiso al hombre de la bata blanca, al investigador.


La respuesta: “Ninguno. Ni uno”.


miércoles, 4 de noviembre de 2009

el deseo según césar vallejo


(fotografía: Nobuyoshi Araki)



Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.

Pienso en tu sexo, surco más prolífico
y armonioso que el vientre de la Sombra,
aunque la Muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh Conciencia,
pienso, sí, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.

Oh, escándalo de miel de los crepúsculos.
Oh estruendo mudo.


¡Odumodneurtse!




lunes, 2 de noviembre de 2009

tres poemas de nicole brossard





CONTRALUZ

eso que vive
de las palabras
el fuero interno
todo eso va
a borrarse ante
tu respiración
la muerte, no




CONTEMPORÁNEA

ahí donde duele en la vida
por tactos sucesivos
no es la muerte
sino la movilidad de la luz
el don que tenemos de agravar la belleza


De Instalaciones (con y sin pronombres)
Editorial Aldus, Mexico, 1997






***

cuando mantenemos con gran esfuerzo soluciones
por qué de pronto hay que
estirar una parte del ser hacia la ficción
alejarnos de las palabras como salimos
del tiempo de las cicatrices



De Cuaderno de rosas y civilización (2009)



Traducciones: Mónica Mansour


Imágenes: J.L.Fuentetaja / Susana Guillén