miércoles, 13 de enero de 2016

Conversación con Antonio F. Rodríguez, diciembre de 2015 (primera parte)





En mi último viaje a Barcelona tuve el placer de conversar con mi admirado amigo Antonio F. Rodríguez (conocido por su nombre de guerra Stalker, en su mítico blog Lost in Marienbad, y actualmente uno de los coordinadores de la revista digital Kokoro), para un proyecto muy peculiar que él ha llamado Las voces espirales

Se trata de entrevistas a poetas grabadas en vídeo, cuya extensión -en torno a las tres horas: Antonio es amante de los grandes formatos, no solo en el cine- y búsqueda de la profundidad suponen un desafío a la lógica de la velocidad y fragmentarismo que rigen nuestro mundo audiovisual y comunicativo. Una respuesta a la cultura del tweet, el deslumbramiento publicitario y el titular sensacionalista, en mi opinión y creo que también en la suya. La primera parte de esta conversación recibe el nombre de Tránsitos y está formada por cuestiones generales que permiten esbozar un retrato del entrevistado: preguntas sobre el universo, la conciencia, los desprecios y aprecios, los autores que conforman su mundo personal. 

La segunda parte, Trazas, merece una entrada aparte ya que en ella Antonio y yo tratamos de encontrar las líneas secretas que configuran el entramado de Sistemas inestables, mi último libro. Una experiencia realmente valiosa para mí, al verme impelido a reflexionar y formular con otras palabras más improvisadas cuestiones que hasta ahora solo había plasmado en la escritura poética.

Una de las cuestiones de este primer segmento tiene que ver precisamente con el título de este blog, y con la dicotomía entre oralidad y escritura: qué mejor manera de introducir aquí esta reveladora, arriesgada y divertida experiencia, e invitaros a ella. 

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ANTONIO: Vamos a pasar a otra fase, un pequeño juego de reacción, alérgica, rubeniana, que consiste en la idea de que te leo cuatro frases y me las comentas. A ver qué te parecen. La primera es de Olvido García Valdés, y es una frase que tú conoces muy bien. Dice así: "La escritura entendida como segregación que ciertos organismos producen, segregación de algo que forma y no forma parte de ellos: un cuerpo extraño; y quizá nombra también, por otra parte, la extrañeza que a veces causa lo más propio, lo más vivo e innegociable de uno mismo".


RUBÉN: Es una frase maravillosa, a todas luces. Tiene que ver, claro... el cuerpo extraño, la prótesis. La escritura es una prótesis. Al fin y al cabo eso es lo que venía a decir Platón, ¿no?, en el Fedro, si no recuerdo mal, cuando plantea: la oralidad, el diálogo, era -digamos- lo ideal. Mientras que la escritura, dice, es algo fósil, algo muerto... Pero claro, es necesaria la escritura para que perdure la oralidad, de ahí la idea del phármakon, veneno y remedio al mismo tiempo de la pérdida de la escritura... de la pérdida, perdón, del lenguaje de la oralidad en la escritura. Del olvido. Un remedio contra el olvido pero al mismo tiempo la muerte de la "vida" de la palabra. El escribir, al ser una prótesis, es un cuerpo extraño: nos priva de algo y nos da algo. Y al mismo tiempo, eso: la extrañeza. De pronto, lo nuestro es extraño. Como en una prótesis, como quien tiene una mano artificial: es tuya y es extraña.