Estoy escuchando en
este silencio que precede. Olvida
todo,
empieza a escuchar. Punto de inflexión, punto
de ignición,
chimeneas
convectivas en los mares que Groenlandia delimita. Hace tiempo hubo allí trueno
y
salvas en las cuatro esquinas del horizonte, era la
guerra.
En el Infierno
vacían de arena tus manos, te dicen que las llenes de polvo e intentes
pensar
las Aguas Profundas del Atlántico Norte
que asimismo
contienen
aportaciones del Mar
del Labrador y arrastres de otras masas de agua, intenta pensar un
colapso completo, en la corriente del Atlántico, en la
circulación
termohalina, esto
ocurrirá,
los peces mueren de
hambre en la Gran Barrera de
Coral, la nueva Era de las Extinciones ha
llegado
dice el silencio-que-precede—no sabes lo que
se acerca, un tiempo
más allá de
lo creíble. ¿Quién es uno cuando uno se llama a sí mismo
uno? Una orquesta se
apaga. Tenemos otros planes
para
tu verano es la canción. También para tu
invierno. Quizá las
esclusas de Isigny
resistan, iré a
verlas
mañana. Aprenderé
cuanto hay allí sobre este mi cónyuge, el futuro, aquí en mi
tierra
la casa de mis padres, el jardín de
seguir
pensando
en ellos, no existe
nada más de hecho que el
pasado, cuenta los días cuenta las
ciudades que
has
visitado, incluso lo
que viene a mantenerte en vela, o el rocío cuando por fin duermes—¿podrás algún
día
penetrar en lo extraño, el nombre que es tuyo, que
“es”
tú?—
el lugar donde los
muertos te abrazan, y puedes sentirlo, el sabor de la
amargura, y querrías hablar por toda tu especie pero
se reirían de ti—los
nombres y la especie—hasta el aire enrarecido se reiría es lo que
hace mira—
pluma, ciénaga invisible,
retroalimentaciones
positivas—y otra vez las chimeneas, y cómo es que al rayo de sol se lo asimila
libremente, y
acaso podía ser de otra forma para
este huésped
nuestro
invitado,
nosotros que
empezamos como manos, magia de dedos, levantando umbrales nuestros piedra a piedra,
piel
desplegada entre la vida y la muerte,
siempre alzando humo
para hacer propicia la estrella que podría oscurecerse, compensadla pronto
antes que os mate, piensa más y
más en ella,
hasta
que tus mismos pies estén
exhaustos no sólo tu
corazón—la
piel, la carne, el
calor, la tierra, el grano, el sonido del canto de cada pájaro escuchado
a través de los
milenios, las
estrategias del otoño para con el invierno, esquirlas de tiempos de ensoñación, belleza
punzante,
sí, siempre fuimos
vulnerables a la
belleza,
por qué no iba a ser
así—las maravillas
del tiempo cuando pasa y las cosas crecen, y los desgarros de la muerte
cicatrizan,
y llegan las flores que uno puede
mirar
solo
un
instante
más,
asimilarlas, y la mente
se encuentra
insegura otra vez, llama, algo le cuelga la llamada, tal que así, escuchas
cómo el
receptor se apaga, la corriente y su final,
un
algo más que sonríe en otro lugar de otro mundo,
nosotros en La Gran Agonía otra
vez, la hora en que la vida terrestre vuelve a ser casi por completo
erradicada—debemos ser pacientes—debemos esperar—es un
hermoso
atardecer, un poco de comida un poco de bebida—
saldremos
al porche y el
atardecer vendrá a envolvernos, descarado,
parpadeante,
abundante, como si nos descubriera,
todo dentro y fuera
debajo del alero, hasta la hierba que parece empujar dentro de este mundo
nuestro como si brotara de
añoranza por él,
reluciente.
(Del libro Rompiente, de Jorie Graham.
Próxima publicación en Bartleby Editores.
Traducción: Rubén Martín)
POSITIVE FEEDBACK
LOOP
(June 2007)
I am
listening in this silence that precedes. Forget
everything,
start listening. Tipping point, flash
point,
convective
chimneys in the seas bounded by Greenland. Once there was thunder and also
salvos at the four corners of
the horizon, that was
war.
In Hell they
empty your hands of sand, they tell you to refill them with dust and try
to hold in mind the North Atlantic Deep Water
which also contains
contributions
from the Labrador Sea and entrainment of other water masses, try to hold a
complete collapse, in the North Atlantic Drift,
in the
thermohaline circulation, this
will happen,
fish are
starving to death in the Great Barrier Reef, the new Age of Extinctions is
now
says the silence-that-precedes—you
know not what
you
are entering, a time
beyond belief. Who is
one when one calls oneself
one? An orchestra
dies down. We have other plans
for your summer is
the tune. Also your
winter. Maybe the locks at Isigny
will
hold, I will go look at
them
tomorrow. I will learn everything there is of this my spouse the
future, here on my
earth
my parents´ house, the garden of
the
continuing to think
about them, there is nothing else in fact but the
past,
count the days count the cities you
have
visited, also what comes to keep you awake, also dew while you finally
sleep—can you ever
enter
the strange thing, the name that is yours, that
“is”
you—
the place where the dead put their arms around you, & you can just
taste it the
bitterness,
& you would speak for your kind but
they will laugh at you—both the naming and the kind—also thin air will
laugh that´s what
it´s
doing look—
feather, invisible bog,
positive
feedback loops—& the chimneys
again, & how it is the ray of sun is taken in
in
freedom, & was there another way for
this
host,
our
guest,
we who began as hands, magic of fingers, laying our thresholds stone
upon stone,
stretched
skins between life and death,
always smoke rising to propitiate the star that might turn black, quick
give back to it
before
it kills you, speed your thought of it,
till
your feet themselves are
weary
not just your
heart—the
skins, the flesh, the heat, the soil, the grain, the sound of each
birdcall heard over the
millenia, autumn´s maneuverings into winter, splinters of dream-filled
times, beauty
that
pierces, yes, always we were
vulnerable
to
beauty,
why should it be
otherwise—time and its wonders as it passes and things grow, & the
rippings of death
heal,
& the blossoms come which one can
just
for a
minute
longer
look
at, take in, & the mind
finds itself uncertain again, it calls, something hangs up on it, just
like that, you hear
the
receiver go down, power and its end,
something
else smiling elsewhere on another world,
us in The Great Dying again, the time in
which life on earth is all but wiped out
again—we must be patient—we must wait—it is a
lovely
evening, a bit of food a bit of drink—we
shall walk
out onto the
porch and the evening shall come on around us, unconcealed,
blinking, abundant, as if catching sight of us,
everything in
and out under the eaves, even the grass seeming to push up into this our
world as if out of
homesickness
for it,
gleaming.
(Jorie Graham, Sea Change, 2008)