21 de junio (transcrito el día 22 de junio)
Una amiga y yo estábamos en una habitación muy estrecha, pero cómoda, medio desnudos (sin demasiadas connotaciones sexuales: teníamos calor), y yo le explicaba a ella que a diferencia del neocórtex, el sistema límbico es la parte más primitiva del cerebro y es la que rige el deseo y las emociones. Estábamos contentos porque el Estado nos pagaba la habitación para que debatiéramos sobre neurología.
23 de octubre (transcrito el mismo día)
Una chica y yo recorríamos en una especie de vehículo biplaza los exteriores de un gran aeropuerto abandonado, de noche. Entre los dos había una atracción antigua y obvia, queríamos follar pero alguna norma social o ética nos lo impedía. Así que nos dedicábamos a analizar qué lugares del aeropuerto eran los más apropiados para el acto sexual, fría y desapasionadamente, especialmente los rincones más vacíos.
Después uno de los dos sacó una foto de una prostituta tailandesa con el torso desnudo -alta, morena, sonriente, pechos muy pequeños-, que se ofrecía por sólo quince euros. Dado que no podíamos estar vínculados sexualmente de otra forma, planeamos tener trato carnal con ella los dos por separado.
18 de noviembre (aproximadamente)
Yo era el guitarrista David Gilmour, un cincuentón de pelo canoso y gafas, y caminaba de noche por una ciudad muy parecida a la mía pero de calles circulares, como una enorme rotonda peatonal. Pensé que era raro que ni siquiera yo conociera los discos que grabé en solitario tras la separación de Pink Floyd. De repente mi cuerpo empezó a transformarse, a rejuvenecer y decrecer, tomando formas femeninas. Me había convertido en una joven de unos veinte años, vagamente parecida a la Lily Taylor del film The addiction, y me sentía eufórica por haber recuperado de pronto ese tiempo de vida.
Empiezo a recorrer la ciudad en busca de alguien que me hiciera un carnet de identidad falso a nombre de Patricia Gilmour. Me pongo el iPod para escuchar los discos de mi antiguo yo pero dos toxicómanos, entre risas, intentan robármelo tirando de los auriculares. Echo a correr pero las calles son circulares por lo que calculo que tarde o temprano me atraparán. Meto la mano en el bolsillo de la chaqueta –de cuero marrón- y me doy cuenta de que llevo una navaja.
19 de diciembre , sábado
La escritora del siglo XIX a la que estoy traduciendo está a punto de dar a luz y yo debo asistirla, sentado frente a ella. Está tumbada en una camilla, completamente desnuda y con las piernas abiertas, apoyadas en una especie de muletas. Me sorprende ver que es bastante más voluptuosa que en los daguerrotipos; incluso demasiado voluptuosa para mi gusto. Me mira fijamente mientras comienza a masturbarse. Siento la tentación de intervenir, pero comprendo que mi labor como ginecólogo-traductor consiste en sostenerle la mirada mientras jadea cada vez más frenéticamente. Realmente parece estar disfrutando del parto, y yo también, aunque algo menos. Cuando llega al orgasmo, de su enorme vagina sale una mujer un poco más joven que ella, una adolescente, también desnuda y sin una gota de sangre en su piel.
Rubén, patologico total.
ResponderEliminarGenial entrada. Yo también hacia esto bastante a menudo. Luego perdí la costumbre y varias veces he pensado en recuperarla con un mínimo de disciplina… es importante el paréntesis que pones junto al día, la memoria y sus castillos.
Hoy he soñado que la cadena SER dejaba de dar anuncios, y en ese tiempo había silencios, prolongándose durante minutos. Menudo coñazo, jajaja.
Creo que debo retomar esta práctica sin falta… pase por un pájaro con un solo ojo color esmeralda encerrado en un sistema de alcantarillado, moscas bailarinas ensartadas en alambres de un metro de altura, gatos que arañaban mi espalda y se quedaban a ella pegados sin dolor, un pájaro que tras escaparse de su jaula provocaba una tormenta eléctrica en el interior de mi casa, bibliotecas con aspecto de Toys’r’us donde queria alquilar henry retrato de un asesino y la conjura de los necios con escaso éxito, iglesias de mi ciudad reconvertidas en lanzaderas espaciales, bustos gigantes de robert plant, helicópteros expiándome en las ventanas… Jajajajaja. Todo un mundo.
:) Corporeas evocaciones...
Brutal pathos onírico en varios niveles...
ResponderEliminarmuy muy bueno, Rubén, nos has ofrecido el lado oscuro de tu mente (uno de ellos)
Bashevis,
ResponderEliminarsin duda debes retomar la costumbre de transcribir tus sueños, no te imaginas lo que me he reído -y todavía me río mientras escribo esto- con lo de la Cadena SER y el silencio de minutos, jajajaja. Y los gatos pegados a tu espalda "sin dolor".
Los dos primeros sueños los transcribí precisamente en blogs, el de Raúl y el mío, después de eso procuré anotar los más bizarros.
Lo del toys´r´us también es muy grande, yo también he tenido sueños ambientados en grandes almacenes de los que uno no puede salir ni encontrar lo que busca. Por cierto, hace un par de años vi "Henry, retrato de un asesino" y me impresionó como pocas películas lo han hecho, a pesar de su cutredad técnica (o gracias a ella), madre mía, que cosa más espeluznante, además acababa de leerme un libro de Robert D. Hare sobre la psicopatía y todo encajaba de una manera brutal, parecía más un ensayo que una peli.
Stalker,
ResponderEliminarno exageras al decir que he plasmado aquí un lado oscuro de mi mente, de hecho hasta el final he sentido la tentación de no colgar esta entrada, concretamente el último sueño me da un poco de pudor inconfesable... Pero vamos, si después de contaros esto me seguís hablando a pesar de mi obvia patología mental, es que me queréis de algún modo ;) Me alegra que lo hayas disfrutado.
abrazos
Qué impresión Rubén. Me dio la sensación de estar en la calles circulres con muchas vitrinas extrañas por sus paredes categorizando pensamientos abstractos.
ResponderEliminarEs curioso, a mí nunca me dio por jugar a apalabrar mis sueños.
Curioso, curioso...
Orgía de cuerpos instalados en un orden interior y lo lívido del sueño ovillando un temblor como de encargo.
ResponderEliminarOdio el tiempo, la fata de, supongo que sabes por qué.
Un saludo desde aquí a falta de otro.
Portinari,
ResponderEliminarharías bien en probar a "apalabrar" tus sueños, seguro que son muy interesantes. A veces resulta poco realizable, esta misma tarde en la siesta he tenido uno que me costaría mucho describir, recuerdo una película de Disney sobre niños con caras deformes, una revista que era una habitación y una cama redonda donde una mujer japonesa en ropa interior jugaba con agujas hipodérmicas... :S
Paciente,
ResponderEliminarodiar el tiempo: precisamente una cosa que me fascina de los sueños es la ductilidad del tiempo, a veces puedo dar un salto temporal de días o repetir una acción que no me ha salido bien. La vida real es algo más cruel en ese aspecto... Tu forma de escribir tiene esa cualidad nocturna, imprevisible y urbana que a veces me recuerda a la estructura de mis secuencias oníricas.
Otro saludo para ti, desde mi otra habitación.
Joé, pues el último sueño parece casi un manual de psicología acerca del "alumbramiento" de tu trabajo, la comunión con la autora tras largo tiempo de trabajo intenso o algo así.
ResponderEliminarMis sueños, salvo escasísimas excepciones, hace ya mucho que dejaron de ser, valga la contradicción, oníricos. Son muy realistas. Demasiado realistas para mi gusto en realidad.
Vertigen,
ResponderEliminarel último sueño es tan alegórico que parece coña, es cierto, cuando me desperté no me podía creer que mi subconsciente fuera tan explícito.
Hay períodos en los que los sueños pasan a ser muy prosaicos, precisamente las pesadillas más desagradables suelen ser muy realistas en mi caso, cosas tan estúpidas como verte de nuevo haciendo un examen de la facultad, que un compañero de trabajo se ríe de ti o que te peleas con alguien a quien no le duelen tus puñetazos...
un abrazo
tenemos que hablar de todo esto los cuatro.
ResponderEliminarRubén,
ResponderEliminarGracias por dejarnos ver una parte de tu subconsciente, ha sido magnífico y revelador. Mis sueños a veces son muy tontos y simples –yo también he tenido el del examen, también el típico de intentar follar y no poder porque falta el sitio para hacerlo y tirarse con la tontería de buscar el sitio todo el sueño para al final despertarse, o el aún más típico sueño pero no por ello menos desagradable de que se te caen los dientes–, pero otros me dejan a mí también perpleja, y quizá habría que hacer el esfuerzo de recordarlos. Cuando más perpleja me dejan, sobre todo por lo imposible que me resulta descifrarlos, de saber qué significa, es cuando en los sueños mi subconsciente insiste en mencionar una fecha o un número. Recuerdo una vez soñar que estaba escribiendo a máquina una y otra vez una fecha, tecleaba sin parar una vieja olivetti, a veces con fuerza a veces tranquilamente, recuerdo que el mes de la fecha que tecleaba era julio pero no conseguí recordar el día.
Raúl,
ResponderEliminartu comentario suena casi amenazante, no sé si te refieres al Cuarteto de la Muerte, los Cuatro Fantásticos, los cuatro jinetes del Apocalipsis o los cuatro puntos cardinales. Quizá sea el tetragrámaton Raúl-Ana-Stalker-Rubén, en ese caso estaré encantado de hablar de todo esto y de todo aquello.
abrazos
Ana,
ResponderEliminares muy frustrante cuando uno no se acuerda de lo que acaba de soñar o de un elemento clave del sueño, una vez soñé que se me ocurría una idea sublime y genial para una novela, esa idea aparecía en el sueño y se desarrollaba perfectamente en mi cabeza, pero después no pude recordarla. Seguro que era una gilipollez, claro... La caída de los dientes fue una pesadilla recurrente en mí durante mucho tiempo, creo que te comenté lo que decía el doctor Freud acerca de eso.
Aunque digas que tus sueños son muy prosaicos y simples, tanto el que dices de la máquina de escribir (me ha recordado a El resplandor) como otros que me has mencionado, demuestran que no es así, acaso se pueda decir que tus sueños son crudos y directos, pero no poco interesantes.
besos
Los cuatro jinetes del apocalípsis, el cuarteto de la muerte, los cuatro fantásticos... jejeje.
ResponderEliminarDe acuerdo contigo en lo que le dices a Ana. De todas maneras, es natural tener sueños simples, lo raro sería tener siempre sueños raros y sin descanso. Le añad carisma al asunto la cotidianidad de algunas ficciones oníricas.
Siguiendo tu consejo Rubén, algún día quizás me atreva a escribir mis sueños, pero no sé si me atrae mucho la idea; de los que recuerdo hay muchos que se me escapan. Y puede que sea mejor así.
Un saludo!
Apenas hace falta decir que en esta secuencia onírica el contenido apenas aparece “deformado” por el trabajo del sueño: hay desplazamientos, pero en fin, la carga sexual es evidente, a pesar de esa sospechosa afirmación inicial “sin demasiadas connotaciones sexuales”. Todo termina ahí: en el regreso a una plenitud fantaseada, al útero incluso, allí donde la ternura no se ha separado del erotismo, donde la femeneidad no se ha escindido ni dualizado, donde lo que hay que “traducir” (o mejor: interpretar) es ese deseo no alienado, esa actividad libidinal maquínica que rebasa lo que inviste. Como vía regia al “inconsciente” –y no “subconsciente”, que es algo completamente diferente al inc. freudiano-, estos sueños me parecen muy ricos para ahondar… lástima que sólo vos sepas de su sentido desplazado. Me quedo sobre todo con el último sueño, de lo más inquietante. Ya sabemos que los sueños no tienen significación universal; te toca a vos –quizás en una sesión psicoanalítica- averiguar lo que contiene… Como sea, esa “oscuridad” no tiene nada de patológica: remite a lo más básico de nosotros mismos. Me alegra que lo compartas.
ResponderEliminarUn abrazo,
Arturo
Portinari,
ResponderEliminarcomo dices lo habitual es tener sueños repetitivos y banales, por ejemplo esta noche soñé que rayaba la carrocería de mi coche y para colmo no podía recordar en qué parking lo había dejado (y ni rastro del ticket, claro). Este tipo de sueños prefiero no registrarlos; si he transcrito éstos, es porque me impresionaron o parecieron significativos. Lo ideal sería escribirlos al poco tiempo, a veces uno se confía creyendo que no se va a olvidar de un sueño y en un par de días u horas de vigilia desaparece por completo...
Arturo,
ResponderEliminartu comentario apunta con lucidez a varias direcciones dentro de este tema onírico.
La manera de transcribir el sueño es significativa también, pues es como otra capa de barniz de inconsciente, en la selección de palabras y el modo de narrar: como señalas es sospechoso que me apresurara a señalar que en la primera secuencia no había "demasiadas connotaciones sexuales". Ese sueño fue el primero que transcribí, de manera muy espontánea, en el blog de Raúl Quinto, y al transcribir los siguientes he procurado seguir la misma pauta, intentando describir con precisión la escena pero sin preocuparme de qué contaba y qué no, para falsear lo menos posible. Sin embargo muy probablemente algo nuevo se introduce, alguna otra secreción del inconsciente.
La palabra "secreción" comparte étimo con "secreto" y "sagrado" (sacer), de ahí que como señales sólo yo pueda comprender el "sentido desplazado" de algunas de estas escenas -la tercera no tengo ni idea, aunque no es la primera vez que me transformo en Lily Taylor en un sueño, curiosamente-, o acaso también alguna persona que me conozca muy bien o que haya compartido ciertas vivencias conmigo. Lo que sí me cuesta interpretar es si el deseo sexual que aparece en ellas es alienado o no alienado, pero en cualquier caso apuntan a formas oblicuas de vivir la sexualidad, ajenas a las vías admitidas socialmente, lo cual por un lado puede ser frustrante y por otro novedoso y estimulador.
abrazos a los dos
Rubén con lo de “deseo no alienado” me refería a algo que plantean DyG en Mil mesetas: Freud re-aliena el deseo al anclarlo al objeto, cuando el deseo más bien remite a “actividad libidinal subjetiva”, capaz de circular más allá de los objetos “molares”. En el sueño, la actividad del soñador se des-aliena, proliferan los objetos parciales, se diluyen los rostros…
ResponderEliminarBueno, valga la aclaración…
Un abrazo,
Arturo