jueves, 26 de noviembre de 2009

haz tu propia película de... david cronenberg








(por Spaulding)





1) Piense en todo tipo de enfermedades degenerativas y, a ser posible, que impliquen una degradación tanto psíquica como física en el infortunado individuo que la padezca. Personalmente, me inclinaría por un delicioso combinado entre la lepra y la esquizofrenia.


2) Para darle más realeza al asunto, inocule unas cuantas bacterias portadoras del organismo Mycobacterium leprae al que haya elegido como protagonista de su film. Las citadas bacterias puede conseguirlas a buen precio en el mercado negro, en su farmacia habitual o hurgando en las tapas del esmerado Bar Manolo, Cocina Familiar. La última opción es la más efectiva y económica.

3) Su protagonista ha de ser un tipo alto, desgarbado y con pinta enfermiza. Sin ir más lejos y buscando en nuestro país, me inclinaría por una especie de Oscar Ladoire. Una vez dispuesto, llénelo de llagas, protuberancias y heridas abiertas.






(Oscar Ladoire)





4) Es indispensable que, en una de las escenas clave de la película, un fermoso y rollizo gusano asome lentamente por una de las heridas. Se trata del momento ideal para que la novia de Ladoire le dé un lascivo lametón al asqueroso gusarapo. Con ello, causará un efecto fenomenal a la platea.


5) Su Oscar Ladoire particular ha de ser un personaje misterioso y gris; un funcionario empleado en los funestos y polvorientos sótanos de una oficina de Correos. Tras ver Ben-Hur en un cine de mala muerte -al tiempo que una puta vieja y desagradable le practica una manola-, quedará prendado de las familiares leprosas de Charlton Heston. Es tal su obsesión por esas dos mujeres que adquirirá irrefrenables deseos de contraer tan bíblica dolencia. Para ello, acude a la leprosería más cercana y le hace el amor, de manera altamente apasionada, a una paciente del centro médico.



6) La paciente ha de ser una mujer bella y sensual, pero purulenta y llagada. Él ha de meterle la lengua por todos los orificios de su cuerpo, hasta que descubra que la leprosa, aparte de las heridas causadas por su enfermedad, está dotada de un rabo rosado en forma de caracolillo al final de su coxis. Ello le causará tal trauma psicológico que, al empezar a notar los primeros síntomas del contagio, iniciará una sanguinaria e imparable carrera como serial-killer, acabando con la vida de todos los tocinos de su comarca.



(fotograma de Crash)

7) La fotografía de la película ha de ser muy oscura, exageradamente tenebrosa. La ambientación intemporal, para que el espectador nunca sepa si se trata de un film futurista o del pasado. Es indispensable que la mayor parte de sus pasajes sean tratados de manera onírica. La mezcla entre realidad y sueño nunca falla: le dará prestancia a su producto.


8) Nunca han de quedar claras las intenciones por las que Ladoire mata a tantos puercos. Todo ha de ser confuso, aunque con sus actos (y siempre pensando en el espectador más curtido e inteligente) ha de apuntar sibilinamente hacia cierta crítica de la sociedad actual. El abuso del precio del jamón tras la instauración del euro, la similitud entre las pocilgas y los consejos de ministros o el malestar de los payeses por sus condiciones de trabajo, han de convertirse en segundas lecturas escondidas tras los crímenes cometidos por tan pusilánime leproso.




(fotograma de La mosca)




9) No se olvide jamás de colocar alguna que otra referencia a una posible rebelión de las máquinas (la aparición de una lavadora con voz propia o de un secador de pelo fabricado con piel de gallina, son dos buenas y alegóricas imágenes sobre el tema).




10) De vez en cuando, sin abusar demasiado, haga que algunas de las protuberancias e hinchazones de Ladoire vayan explotando. Un manchón de pus sobre un espejo siempre resulta de un efectismo tremendo. Y más si el impacto de la secreción va acompañado de un contundente efecto sonoro; algo así como un flashpruffffshi compuesto con la ayuda de un teclado electrónico. Con esa supuración expulsada a mucha velocidad contra el cristal, conseguirá una ingeniosa alegoría en la que el ser humano como individuo, único e intransferible (el pus), se vea reflejado (el espejo) como una partícula más de la ponzoñosa sociedad en la que se ve inmerso.








11) El final ha de ser inconcreto. Muy inconcreto. Le propongo una plano picado y alejándose hacia atrás en el que Ladoire, hecho trizas y con todos sus pellejos levantados, esté follando de nuevo con la leprosa. El marco escenográfico ha de ser el interior de una pocilga, mientras varios cerdos observan como copula la pareja. Ella, la leprosa, ya estará sanada: ni una sola llaga en su cuerpo. Y la cola de cerdo que la caracterizaba habrá desaparecido por completo.



Con estos ingredientes habrá logrado una película de culto, de esas que aguantan años y años en sesiones golfas de fines de semana. Centenares de internautas dedicarán páginas exclusivas a su título. Y tras unos diez o doce productos más con constantes similares, podrá filmar una obra maestra en la que no habrá ni una sola purulencia.

11 comentarios:

  1. Hola! pues nada, que por azar llegué aquí (bueno, por azar y por cotilla desde el blog de MA Gara, jajaja); y nada, que me gusta tú blog!
    Te felicito. Saludos

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  2. Gabino Diego para las escenas de riesgo?

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  3. Beatus Ille,

    bienvenida tú y tu curiosidad a este blog, si además te gustan Morphine y John Coltrane me halaga aún más que te atraiga este cuerpo extraño. Espero que te dejes caer por aquí de vez en cuando.

    besos

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  4. Jorge,

    Gabino Diego podría ser el doble de Ladoire en las escenas de máxima purulencia y degradación física. Pero no sé que actriz española podría hacer de mujer cronenbergiana fría, obscena y cicatrizada, Maribel Verdú no me cuadra...

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  5. yo iría a ver esa peli, qué puta obra maestra!

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  6. jojo, he reconocido muchas películas en esta descripción, algunas incluso que me gustan muchísimo. La sátira es un buen ejercicio, sobre todo cuando se satiriza lo que uno ama, me resulta aún más divertido, aunque luego siempre cuando lo hago delante de la gente "normal" me miran como si estuviera loca, en plan pero-a-ti-no-te-gusta-eres-eso-? Sí que me gusta, sí que soy eso, pero necesito reírme del personaje que soy.

    Un abrazo de este personaje y todos sus contrapersonajes

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  7. No, Maribel Verdú sonríe mucho.
    Lucía Jiménez? Nawja NImri?
    lo que sí sugiero es una escena de cama con Terele Pávez

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  8. Brillante, Rubén, lo que me he reído...

    Keep on, babe!

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  9. Raúl,

    yo también iría a ver este peliculón, de hecho creo que deberíamos mandarle el guión a Cronenberg o al menos a Iván Zulueta (sigue vivo?)...

    Ana,

    a mi me pasa igual, cuando la sátira está bien hecha me encanta reirme de las cosas que más me gustan, en este caso del señor Cronenberg que es una de mis parafilias, aparte de encantarme casi todas sus películas es un tipo que me cae muy bien, con su pinta de ginecólogo de señoras ricas.

    Jorge,

    sin duda Terele Pávez podría ser la prostituta que le hace una gallarda a Ladoire mientras ve Ben-Hur. Najwa Nimri no está mal, es lo bastante inexpresiva, además verla llena de costras tendría su encanto; Lucía Jiménez tiene cierta expresión lasciva y enfermiza que tampoco cuadraría mal. Tendría que ver más cine español para pensar en candidatas mejores.

    Stalker,

    a mí este escrito me ha recordado a aquella película que tramamos por MSN sobre un señor que se dedica a dar garrotazos a todo el que se le pone por delante, en un largo plano secuencia. Habría que rodarla, ¿no?

    abrazos

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  10. Elegiría a Boris Karloff como protagonista, ya vendría con gusano dentro, optaría por un egomaniaco cargado de anticolinérgicos y algún trastorno neurótico. De profesión carpintero de ataúdes. La fotografía llena de matices verdes envueltos en brumas muy pesadas, casi de nicotina años 40. Realmente cambiaría el final, sin duda un contrapicado, y a Ladoire fornifollando con un cerdo, mientras la leprosa les mira a lo lejos, ahí un travelling.

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  11. Paciente,

    el concepto de "fornifollar" habrías de patentarlo, es de una precisión fascinante. Boris Karloff con el gusano dentro lo pondría más bien como personaje secundario, un viejo doctor croata que trata de curar la lepra mediante un cóctel de hipnosis regresiva, masturbaciones en grupo y antipsicóticos. El nuevo final es más lacaniano, también me gusta, Ladoire enfrentado a lo Real de su pasión porcina mientras la leprosa transferente le observa.

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