(1.)
Que este aire sea testigo
de su corazón de largo alcance,
y en las trincheras, un omnívoro y activo
océano sin ventana es la materia...
¿De qué sirven estas estrellas delatoras?
Todo deben escrutar. ¿Para qué?
En la reprobación del juez y del testigo,
en un océano sin ventana, está la materia.
Recuerda la lluvia, rudo sembrador
—su anónimo maná—,
cómo bosques de crucecitas señalaban
al océano o cuña militar.
Habrá gente débil y fría
que matará, sentirá hambre y frío
y en una célebre tumba
yacerá el soldado desconocido.
Enséñame, débil golondrina
que has desaprendido a volar,
cómo dominar esta tumba aérea
sin timón y sin alas.
Y de Lérmontov, Mijail
te entregaré un severo informe
de cómo la bóveda enseña a la tumba
y una fosa de aire imanta.
(2.)
Con temblorosos racimos de uva
nos amenazan estos mundos,
y de ciudades furtivas,
dorados lapsus, delaciones,
bayas de hielo tóxico, penden
las elásticas tiendas de campaña de las constelaciones,
los dorados sebos de las constelaciones...
(3.)
Mezcla arábiga, picadillo,
luz pulverizada por la velocidad del rayo.
Con sus suelas oblicuas
permanece el rayo en mi retina.
Millones de muertos de saldo
abrieron una senda en el vacío:
¡Buenas noches! Le desean
lo mejor las enterradas fortalezas.
Incorruptible cielo atrincherado,
cielo de multitud de muertes al por mayor,
por ti, lejos de ti, íntegro,
llevo mis labios a las tinieblas.
Por maltrechos cráteres,
terraplenes, desprendimientos,
demoraba y abrumaba:
El sombrío, virulento y
humillado genio de las tumbas.
(5.)
¿Para qué debe crecer el cráneo
por toda la frente —de sien a sien—?
¿Para que en sus queridas órbitas
puedan penetrar las tropas?
En vida crece el cráneo
por toda la frente —de sien a sien—,
Se atormenta por la nitidez de sus suturas,
se aclara con la cúpula del entendimiento,
espumea con el pensamiento, se sueña.
Cáliz de cálices y patria de patrias,
cofia recamada de pespuntes de estrellas,
gorrito de la felicidad —padre de Shakespeare...
(7.)
Vierten sangre las aortas,
y en las filas, un susurro resuena:
Yo nací en el noventa y cuatro,
yo nací en el noventa y dos...
Y apretando en el puño el triturado
año de nacimiento, en tropel, con la manada,
cubierta la boca de sangre, susurro:
—Yo nací en la noche del dos al tres
de enero del noventa y uno,
año sin esperanza, y los siglos
me rodean con el fuego.
(2 de marzo de 1937 - 1938. traducción: J.G.Gabaldón)
Osip Mandelstam (1891-1938)
Demoledor y atroz como la Historia.
ResponderEliminaracojonante. tampoco hay muchas más palabras para definirlo. Ha sido una casualidad que mi nueva entrada sea un poema de la Ajmátova y al visitarte descubra esto. La piel de dentro hecha trizas me dejas.
ResponderEliminarPues sí que es una casualidad, corro a leer tu Ajmátova. Estuve releyendo a Mandelstam y encontré unos cuantos poemas que me hubiera gustado colgar, pero al volver a encontrarme con esta serie se me pusieron los pelos como escarpias, en estos versos hay una intensidad que me parece sobrehumana, algo titánico. Estremece pensar las circunstancias en los que los escribió, con los lobos de Stalin a sus espaldas y sabiendo que le quedaba poco para el gulag, pero es uno de estos poemas que sacuden más allá de cualquier coyuntura biográfica.
ResponderEliminarTambién pone los pelos de punta lo que le dijo a su mujer, Nadezda, cuando comenzó la persecución, algo así: "¿de qué te quejas, Nadia? Rusia es el único país donde la poesía es tan importante que son capaces de matar por ella"...
Más casualidades -aunque seguramente no sean casualidades sino transmigraciones- hace unos días apunte el nombre de osip mandelstam en mi cuaderno -autor que desconocía completamente- pues en algún libro de bollack había visto que se le señalaba como influencia de celan. la influencia de celan es el dolor, osip es el dolor.
ResponderEliminarcieramente impresionante, triste y demoledor , pero por lo mismo, bello.gracias por enseñarme estas cosas. besos
ResponderEliminarSon maravillosos dos libros en prosa poética bastante surrealista de Mandelstam: Vienen en un sólo volumen y se titulan "El sello egipcio" y "El rumor del tiempo". La publicó la vieja Alfaguara, que no tenía nada que ver con ésta y cuyo consejo asesor era de lo mejor. Tal vez se encuentre en librero de viejo. Tal vez lo tenga yo misma, y aparezca el día que ordene la biblioteca.
ResponderEliminarSon menos dolorosos y a lo mejor por ello os gustan menos.
Ana:
ResponderEliminarfeliz casualidad o transmigración. Mandelstam era uno de los poetas favoritos de Celan, de hecho le consideraba como una especie de hermano espiritual lejano, ambos judíos, y aprendió ruso para traducirle. Tengo una antología, "Tristia y otros poemas", que si quieres te puedo prestar algún día. El otro libro de poemas traducido al español son los "Cuadernos de Voronezh" que según dicen es su obra maestra y que cometí el error de no comprar en su momento y probablemente ahora sea más difícil, pero he empezado a echarle un ojo aquí (está enterito):
http://www.poeticas.com.ar/Biblioteca/Cuadernos_de_Voronezh/frame.html
Adolfo:
me alegro de que te haya gustado, aquí la tristeza y el aplastamiento son necesarios, quizá por eso te ha resultado bello.
Blanca:
no te creas que aquí somos masocas, jeje, el dolor no es algo imprescindible para el disfrute. Me apunto los dos libros que mencionas, "El rumor del tiempo" lo he visto en la biblioteca de mi ciudad pero no me había atrevido a acercarme a él, en esas ediciones de Alfaguara. Gracias por la recomendación, es lo que necesitaba para lanzarme a ese libro.
abrazos a todos
"Con temblorosos racimos de uva
ResponderEliminarnos amenazan estos mundos"
Qué buena entrada me recibe en tu blog después de este intervalo, Rubén. Atroz y preciso.
No conozco mucho la poesía de Osip Mandelstam, pero esta muestra me invita a buscar más de este poeta
Gracias por este hallazgo,
Un abrazo fuerte,
Laura.
Querido Rubén, hace unos días ya había leído esta entrada de Mandelstam y me prometí volver. Si bien me interpelan más otros poemas suyos, la experiencia traumática que recuperan estos versos es quizás más importante. Hay veces que hay que dejarse de sutilezas. Y hablar no sólo la guerra, sino los desconocidos soldados, el frío de la matanza, la repetición de los muertos, en pleno estalinismo. En un contexto como el del 37-38, es fácil saber lo que está motivando estos versos y tampoco es difícil anticipar las dificultades de M. para poder darles salida. Y desde ahí, me conmueven, y vuelvo a recordar lo no-vivido (en primera persona): “llevo mis labios a las tinieblas”, como dice O.M., y ahí su crítica articulada es un acto por excelencia, contra todos los que callaban (entonces y ahora también), aunque se trate de una boca cubierta de sangre, en un “año sin esperanza, y los siglos
ResponderEliminarme rodean con el fuego”. Gracias por recordar lo necesario.
Un fuerte abrazo,
Arturo
Laura y Arturo,
ResponderEliminargracias a vosotros por vuestra mirada. Hoy si no recuerdo mal se cumplen 70 años de la invasión nazi de Polonia, no había tenido en cuenta esa efemérides al preparar esta entrada pero este poema resulta aún más terrorífico al tener en cuenta lo que iba a ocurrir un año después de su escritura. Como bien dices, Arturo, el poema se deja de sutilezas y no tiene esa melancolía dolorida de otros textos de Mandelstam, pero la intensidad de la denuncia (esas "estrellas delatoras", tan diáfanas y tan impronunciables en el contexto de los años del Terror) no está reñida aquí con el voltaje poético y la tensión del lenguaje, que aún en una traducción como ésta se palpa. En ese aspecto me parece un ejemplo modélico de "literatura política" y siempre me recuerda por su fuerza al "España, aparta de mí este cáliz" de Vallejo.Mandelstam se sitúa y nos sitúa en un lugar donde la humanidad queda reducida a su estado más precario, hambre y frío y tóxinas y obligación de matar y morir.
abrazos
De regalo uno de mis favoritos de Osip (no recogido en las dos ediciones de Igitur):
ResponderEliminarPor la sonante gloria de los siglos futuros,
por la altanera raza de los hombres,
me quitaron la copa del festín de mis padres,
y mi alegría y mi honor.
El siglo, perro lobo, se arroja sobre mis hombros,
pero mi sangre no es sangre de lobo.
Más bien, méteme como un gorro bajo la manga
del caliente abrigo de piel de la estepa siberiana
para no ver al cobarde, ni la llorona inmundicia
ni los huesos ensangrentados en la rueda;
para que los azules zorros polares brillen para mí
toda la noche en su belleza primitiva.
Oh, llévame a la noche donde fluye el Yenisei,
donde el pino se toca con la estrella.
Mi sangre no es de lobo
y sólo un semejante ha de quitarme la vida.
otro poema estupendo, se acaba el verano. a ver si la poesía no es de hoja caduca...
ResponderEliminarhace mucho not e visitaba y encima perdi al lista de blogs. Genial el posteo.
ResponderEliminarRaúl, ya encontraremos materia poética para sobrevivir al otoño, no me cabe duda. Además pronto refrescará (cruzo los dedos) y el cerebro volverá al estado sólido o al menos esponjoso.
ResponderEliminarMarie Augustine, encantado de verte de nuevo por aquí, y de que seas una intrusa en este cuerpo extraño todas las veces que quieras.
Mandelstam es un poeta imprescindible... y no es sorprendente que Celan lo sintiera muy cercano...
ResponderEliminarCon mucha fuerza se desprende el verso en mis retinas, ardiendo como las brasas.
ResponderEliminarGracias por acercar a Mandelstam, irradiando su fulgor dolorido en las palabras.
(Te tengo agregado para contactar contigo ;))